La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Martes, 2026-01-13 lo siguiente:
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 2, 18-25
Hijos míos, es el momento final. Habéis oído que iba a venir un Anticristo; pues bien, muchos anticristos han aparecido, por lo cual nos damos cuenta que es el momento final. Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Si hubiesen sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que no todos son de los nuestros. En cuanto a vosotros, estáis ungidos por el Santo, y todos vosotros lo conocéis. Os he escrito, no porque desconozcáis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira viene de la verdad. ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega qué Jesús es el Cristo? Ése es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo posee también al Padre. En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre; y ésta es la promesa que él mismo nos hizo: la vida eterna.
Salmo responsorial Sal 109, 1. 2. 3. 4 (R.: 4 bc)
R. Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec.
Oráculo del Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.» R.
Desde Sión extenderá el Señor el poder de tu cetro; somete en la batalla a tus
enemigos. R.
«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento, entre esplendores sagrados; yo mismo
te engendré como rocío, antes de la aurora.» R.
El Señor lo ha jurado y no se arrepiente: «Tú eres sacerdote eterno, según el rito de
Melquisedec.» R.
Mt 5, 13-19
Lectura del primer libro de Samuel 1, 9-20
En aquellos días, después de la comida en Siló, mientras el sacerdote Elí estaba
sentado en su silla junto a la puerta del templo del Señor, Ana se levantó y,
desconsolada, rezó al Señor deshaciéndose en lágrimas e hizo este voto: «Señor
de los Ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de tu esclava, si te acuerdas de mí y
no me olvidas, si concedes a tu esclava un hijo varón, se lo ofreceré al Señor para
toda la vida y la navaja no pasará por su cabeza».
Mientras repetía su oración al Señor, Elí la observaba.
Ana hablaba para sus adentros: movía los labios, sin que se oyera su voz.
Elí, creyendo que estaba borracha, le dijo: ¿Hasta cuándo vas a seguir borracha?
Devuelve el vino que has bebido.
Ana respondió: No es eso, señor; no he bebido vino ni licores; lo que pasa es que
estoy afligida y me desahogo con el Señor.
No me tengas por una mujer perdida, que hasta ahora he hablado movida por mi
gran desazón y pesadumbre.
Entonces dijo Elí: Vete en paz.
Que el Señor de Israel te conceda lo que le has pedido.
Y ella respondió: Que tu sierva halle gracia ante ti.
La mujer se marchó, comió, y se transformó su semblante.
A la mañana siguiente madrugaron, adoraron al Señor y se volvieron.
Llegados a su casa de Ramá, Elcaná se unió a su mujer Ana, y el Señor se acordó de
el1a.
Ana concibió, dio a luz un hijo y le puso de nombre Samuel, diciendo: ¡Al Señor se
lo pedí!
Salmo responsorial 1 S 2, 1. 4-5. 6-7. 8abcd
V/. Mi corazón se regocija por el Señor, mi salvador.
R/. Mi corazón se regocija por el Señor, mi salvador.
V/. Mi corazón se regocija por el Señor, mi poder se exalta por Dios; mi boca se
ríe de mis enemigos, porque gozo con tu salvación. R/.
V/. Se rompen los arcos de los valientes, mientras los cobardes se ciñen de valor;
los hartos se contratan por el pan, mientras los hambrientos engordan; la mujer
estéril da a luz siete hijos, mientras la madre de muchos queda baldía. R/.
V/. El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta; da la pobreza y
la riqueza, humilla y enaltece. R/.
V/. El levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre,
para hacer que se siente entre príncipes y que herede un trono de gloria.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 1, 21-28
Llegó Jesús a Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar,
se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los
letrados, sino con autoridad.
Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se
puso a gritar: ¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar
con nosotros? Sé quién eres: El Santo de Dios.
Jesús lo increpó: Cállate y sal de él.
El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte salió.
Todos se preguntaron estupefactos: ¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es
nuevo.
Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.
Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de
Galilea.