La Iglesia Católica Romana, de acuerdo con el Calendario General Romano, celebra en Lunes, 2026-02-02 lo siguiente:
Lectura de la profecía de Malaquías 3, 1-4
Así dice el Señor: «Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar -dice el Señor de los ejércitos-. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos.»
Salmo responsorial Sal 23, 7. 8. 9. 10 (R.: 10b)
R. El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.
¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el
Rey de la gloria. R.
-¿Quién es ese Rey de la gloria? -El Señor, héroe valeroso; el Señor, héroe de la
guerra. R.
¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el
Rey de la gloria. R.
-¿Quién es ese Rey de la gloria? -El Señor, Dios de los ejércitos. Él es el Rey de la
gloria. R.
Lectura de la carta a los Hebreos 2, 14-18
Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaba la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.
Aleluya Lc 2, 32
Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.
Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 22-32
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.» Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: -«Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Lectura del segundo libro de Samuel 15, 13-14. 30; 16, 5-13a
En aquellos días, uno llevó esta noticia a David: Los israelitas se han puesto de
parte de Absalón.
Entonces David dijo a los cortesanos que estaban con él en Jerusalén: ¡Ea huyamos!
Que si se presenta Absalón no nos dejará escapar. Salgamos a toda prisa, no sea
que él se adelante, nos alcance y precipite la ruina sobre nosotros, y pase a
cuchillo la población.
David subió la Cuesta de los Olivos; la subió llorando, la cabeza cubierta y los pies
descalzos.
Y todos sus acompañantes llevaban cubierta la cabeza y subían llorando.
Al llegar el rey David a Bajurín, salió de allí uno de la familia de Saúl, llamado
Semeí, hijo de Guerá, insultándole según venía.
Y empezó a tirar piedras a David y a sus cortesanos─toda la gente y los militares
iban a derecha e izquierda del rey─, y le maldecía: ¡Vete, vete, asesino, canalla! El
Señor te paga la matanza de la familia de Saúl, cuyo trono has usurpado.
El Señor ha entregado el reino a tu hijo Absalón, mientras tú has caído en desgracia,
porque eres un asesino.
Abisay, hijo de Seruyá, dijo al rey: Ese perro muerto, ¿se pone a maldecir a mi
señor? ¡Déjame ir allá y le corto la cabeza! Pero el rey dijo: ¡No os metáis en mis
asuntos, hijos de Seruyá! Déjale que maldiga, que si el Señor le ha mandado que
maldiga a David, ¿quién va a pedirle cuentas? Luego dijo David a Abisay y a
todos sus cortesanos: Ya veis. Un hijo mío, salido de mis entrañas, intenta
matarme, ¡y os extraña ese benjaminita! Dejadlo que me maldiga, porque se lo ha
mandado el Señor.
Quizás el Señor se fije en mi humillación y me pague con bendiciones estas
maldiciones de hoy.
David y los suyos siguieron su camino.
Salmo responsorial Sal 3, 2-3, 4-5. 6-7
V/. Levántate, Señor, sálvame.
R/. Levántate, Señor, sálvame.
Señor, cuántos son mis enemigos, cuántos se levantan contra mí; cuántos
dicen de mí: Ya no lo protege Dios. R/.
V/. Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito, invocando al Señor, él me escucha desde su monte santo. R/.
V/. Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable que acampa a mi alrededor. R/.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago en la región de
los Gerasenos.
Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en las
tumbas, un hombre poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie
sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía
las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo.
Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose
con piedras.
Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello: ¿Qué
tienes que ver conmigo, Jesús Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me
atormentes.
Porque Jesús le estaba diciendo: Espíritu inmundo, sal de este hombre.
Jesús le preguntó: ¿Cómo te llamas? El respondió: Me llamo Legión, porque somos
muchos.
Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca.
Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte.
Los espíritus le rogaron: Déjanos ir y meternos en los cerdos.
El se lo permitió.
Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara,
unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago.
Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en el campo.
Y la gente fue a ver qué había pasado.
Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado,
vestido y en su juicio.
Se quedaron espantados.
Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los
cerdos.
Ellos le rogaban que se marchase de su país.
Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía.
Pero no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que
el Señor ha hecho contigo por su misericordia.
El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había
hecho con él; todos se admiraban.